tristeça nao tem fim

esta frase pertenece a una canción brasileira que me gusta mucho y es que el sentimiento de tristeza aparece cuando visito algunos lugares para fotografiar tejos del censo. Leyendo un precioso artículo publicado en lne de ayer, de Víctor M. Vázquez, y de vuelta de una pequeña salida por el oriente astur me invade la tristeza; comparto todo lo que dice sobre la gestión de nuestro patrimonio por estos políticos a los que habría que dar unas largas vacaciones; los tejos -que el autor no menciona- forman parte de ese patrimonio natural que se está acabando en esta región como resultado de una combinación perversa de ignorancia y mediocridad. Pasear por la Asturias profunda da una idea de la falta de criterio por conservar lo que nos es propio, los paisajes casi se confunden ante las actuaciones en los mismos donde las áreas recreativas son casi todas iguales, el mobiliario urbano similar, la obsesión por el asfaltado de todo lo habido y por haber, la proliferación de motos de cuatro ruedas que invaden con un ruido insoportable aquellos pocos caminos a los que no ha llegado el hormigón del político de turno, los prados llenos de alfombras negras de plásticos que envuelven la comida para el ganado y un largo etcétera. Si he observado una diferencia fundamental entre el oriente y el occidente en el paisaje y es la ausencia de parques eólicos en la zona oriental; me sorprende y no se a que se debe esta consideración esquisita por preservar este paisaje y la falta de respeto hacia el del occidente al que están llenando de unos horribles parques eólicos para producir una energía que no se necesita. Los tejos pagan su parte en este proceso devastador de modernidad y progreso, según el político correspondiente.

En la localidad de San Esteban de Cuñaba había un tejo de gran porte que desapareció, no se si por un rayo o un vendaval, y los vecinos del lugar -con un respeto enorme a la naturaleza- decidieron plantar un tejo que trajeron del monte en sustitición del perdido, justo en el mismo lugar que ocupaba el centenario. No tardó en pasar mucho tiempo cuando apareció el personal de Hidroeléctrica del Cantábrico para llevar a cabo una obra de mejora de la instalación que suministraba energía al pueblo y decidió colocar la torreta en el lugar donde estaba el tejo; ahora los vecinos y visitantes pueden contemplar este ejemplar metálico en el campo de la iglesia, que no da sombra, hace ruido y es un atentado al paisaje que se debiera evitar. Los vecinos están solos ante la defensa de su paisaje y piden ayuda a quien pueda orientarles para que esta torre desaparezca. La empresa, con una campaña publicitaria de respeto al medio ambiente, parece que no se enteró del atropello y de los políticos del lugar no se sabe por donde están realizando las gestiones; el resultado es el que se puede ver en la foto:

HC energia con el medio ambiente
HC energía con el medio ambiente en San Esteban de Cuñaba

Para que quede constancia del amor que se siente en esta localidad por los árboles dejo un escrito que está incrustado en el tronco de un viejo castaño ya muerto:

«Este castaño, nacido en una primavera de finales del siglo XVI, terminó su vida en el otoño del año 1994. Durante sus casi 400 años de existencia ha sido testigo y protagonista de la historia de esta aldea y, más aún, su apreciado fruto, la castaña, ha sido el principal sustento de los pastores durante largos inviernos. En agradecimiento a su generosidad, sus vecinos, en su nombre, en nombre de sus antepasados y en el de decenas de generaciones que han disfrutado de su sombra, de su compañía y de sus cosechas, levantan, de nuevo, el tronco inmortal del castañón de la riega de La Cojita, en el deseo de que nadie se olvide nunca de lo que los castaños han hecho por nosotros».